Una riada de gente paseando por el paseo de Gracia o Ciutat Vella de Barcelona, colas para acceder a las playas más emblemáticas de las Baleares o a pequeños pueblos de Menorca. Esta es la imagen que cada año va en aumento en los puntos más turísticos de España. Esta saturación ya ha provocado que vecinos de las Baleares o de Barcelona salgan a la calle para mostrar su rechazo a la masificación turística. Pero, manifestaciones aparte, las zonas más tensionadas también han empezado a tomar medidas. Para poner un ejemplo, el antiguo poblado de pescadores menorquín Binibèquer Vell ha acordado esta pasada primavera con el Consejo de Menorca reducir el aparcamiento de autobuses para limitar el número de visitantes simultáneamente, además de formar a los guías turísticos para concienciar a los visitantes de que hay que respetar el descanso de los vecinos. La medida es más suave de la que inicialmente querían los vecinos del pueblo, formado por 195 hogares, que habían puesto sobre la mesa prohibir el acceso al pueblo.
«Hay que tomar medidas y, de hecho, ya vemos que se están tomando para evitar la saturación sobre todo en aquellas zonas urbanas no destinadas originariamente al turismo y el crecimiento de las cuales tensiona en gran medida la convivencia local«, deja claro Pablo Díaz Luque, profesor del programa de Turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que insiste en que el crecimiento turístico no puede ser «ilimitado y concentrado» en ciertas zonas. Ahora bien, según Díaz Luque, algunas acciones llegan tarde y es difícil reconstruir la convivencia con la población local. «Las medidas relacionadas con limitar las viviendas turísticas —como es el caso de lo que ha anunciado el Ayuntamiento de Barcelona— parecen adecuadas, así como limitar el crecimiento de plazas hoteleras«, apunta. Pero añade que si el crecimiento persiste, sobre todo con el aumento del número de visitantes que no pernoctan, se necesitarán acciones más imaginativas, puesto que parece difícil evitar, en ciertos destinos, la libertad de movimiento de los turistas.
A pesar de la masificación turística, todas las encuestas confirman que la gente no está dispuesta a renunciar a viajar. Según un estudio del buscador de vuelos y hoteles Jetcost, un 76 % de los españoles se van de vacaciones este verano, y su gasto medio será de más de 1.100 euros. El mismo portal deja claro que este verano han aumentado un 15 % las búsquedas de vuelos y un 22 % las de hoteles respecto al 2023.
«Viajar es algo que los jóvenes piensan que hay que hacer, y el problema es que cada vez hay más turistas, pero los destinos son prácticamente los mismos», apunta Díaz Luque.
En este sentido, segúnSylvie Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, «hay tanta necesidad de poder decir que has consumido, que has estado, que lo has hecho, que has visto… que muchas veces no es importante hacer horas y horas de colas». Ahora bien, apunta que hay que saber diferenciar qué son vacaciones de lo que es el turismo. «Es innegable que para hacer turismo tienes que estar de vacaciones, pero hacer vacaciones no quiere decir necesariamente hacer turismo y, además, también puede hacerse de forma más tranquila o más acelerada», añade.
Para Pérez hay otras maneras de gestionar la actual masificación turística, y es partidaria de que la propia ciudad o pueblo que lo sufre facilite esta gestión: «En lugar de rechazar las masificaciones, lo que se puede hacer es aprender a dosificarlas dando herramientas al visitante, por ejemplo, dando hora para visitar un museo o un monumento». «Hay que poder encontrar el equilibrio y dar estas estrategias», insiste.
Incremento de turismo por Escocia y Gales
Pero, además de tomar medidas, hay otro factor clave que sí hará frenar esta masificación: el cambio climático y las consecuencias. «La subida de temperaturas puede tener una gran incidencia en las cifras de turismo«, deja claro Díaz Luque. De hecho, varios estudios, como el que ha elaborado la Comisión Europea, alertan de que las regiones del sur de Europa pueden perder hasta el 10 % de los turistas si se registra un aumento de 3 o 4 grados de la temperatura media. Concretamente, el informe de la Comisión Europea recoge que, si el calentamiento global se incrementara en 4 grados, el turismo en el sur de España, en la Comunidad Valenciana o en Cataluña podría caer hasta un 9%, mientras que en Gales o en Escocia se incrementaría hasta un 16 %. «Entonces, estos turistas elegirán otras zonas para las vacaciones, y llegará la masificación a otros lugares», apunta Díaz Luque.
Al tiempo, asegura que estos destinos que sufren temperaturas altas ya están buscando medidas para reducir el impacto climático, como más sombras, más vegetación o áreas refrigeradas. «Aun así, si las temperaturas medias siguen subiendo, esto tendrá incidencia en el número de visitantes. Además, el cambio climático genera otras situaciones negativas, como sequías, que pueden repercutir en el turismo si se dan restricciones. De momento, no ha habido restricciones de forma generalizada, pero este año se ha estado cerca, y esto ha abierto el debate de dónde hay que destinar el agua, si a la comunidad local o a la visitante. El debate está abierto», concluye.