Niños papúes encerrados en una escuela residencial islámica de Yakarta. © Michael Bachelard / Survival

“Los niños indios deben alejarse tanto como sea posible de la influencia de sus padres, y la única forma de hacerlo sería colocarlos en escuelas industriales de capacitación donde adquirirán las costumbres y el pensamiento de hombres blancos”. Estas palabras de John A. MacDonald, primer Primer Ministro de Canadá en 1883, por increíble que parezca, se han perpetuado hasta la actualidad. 

Hoy, unos dos millones de niños y niñas indígenas estudian en “Escuelas Fábrica” donde se borra todo rastro de su identidad y se les fuerza a encajar en la sociedad dominante y facilitar así el robo de las tierras de sus pueblos. El caso más mediático, hasta la fecha, ha sido la identificación de fosas comunes de niñas y niños indígenas en Canadá y la apertura de investigaciones sobre lugares de enterramiento similares en Estados Unidos. 

Una realidad que conoce de cerca Marial Quezada, educadora e investigadora para la campaña “May Flowers Kill” (Descolonizar la Historia) de Survival International y miembro de la National Boarding School Healing Coalition, que nació en 2012 bajo las leyes de la Nación Navajo. Esta coalición se constituyó tras las reuniones entre líderes de Estados Unidos y Canadá para discutir la Comisión Canadiense de la Verdad y la Reconciliación.

Más de 6000 niños murieron en los internados indígenas de Canadá. Es decir, uno de cada 25 niños que ingresaron. Aún hoy, los supervivientes y sus familias siguen traumatizados, y sufren altas tasas de trastornos mentales, adicciones y suicidios. Hay quien calcula que hasta 10.000 niños murieron en los internados de EEUU, cientos de ellos en uno solo: Carlisle Industrial School. 

“Hay escuelas así en India, México, Ecuador…y muchas de ellas están vinculadas a corporaciones extractivistas, especialmente compañías mineras que financian y dirigen el currículo de las escuelas”, explica Quezada. “Muchos niños y niñas internados en estas escuelas sufren hoy abusos emocionales, físicos y sexuales, y la pérdida del vínculo con su familia y su comunidad”, sostiene.

Este modelo de escuela sigue hoy en día los mismos objetivos que en el siglo XIX: la asimilación de los pueblos indígenas al servicio de la economía industrial y la destrucción de su cultura y formas de vida. 

Niñas y niños indígenas en una escuela residencial con 27.000 alumnos, que abrió en 1993. © Kalinga Institute of Social Sciences

India, uno de los casos más preocupantes

La mayor Escuela Fábrica está en la India y alberga a 27.000 escolares. Su misión declarada es “convertir pasivos en activos”. Su plan, llegar a dos millones de niños en una década.

Las razones que sustentan las Escuelas Fábrica son varias. En unos casos se trata de convertirlas en un medio para para aplastar la independencia, como sucede en Indonesia, donde el Gobierno usa la escolarización para “pacificar” a los papúes indígenas e infundir el nacionalismo. En otros, las escuelas misioneras –ya sean islámicas, cristianas o hindúes– aún son numerosas en todo el mundo, y socavan las religiones, prácticas culturales y formas de vida indígenas. 

“La Iglesia Católica tuvo un papel importante en este sistema escolar y la violencia infligida en estas escuelas. En algunos casos las escuelas están dirigidas por congregaciones religiosas”, dice Marial Quezada.

La verdad sobre lo que ocurría de puertas adentro en los internados de Estados Unidos ha emanado de los libros de Historia. Existieron más de 350 internados financiados por el gobierno y administrados por la Iglesia durante los siglos XIX y XX. Los niños y las niñas eran secuestrados por agentes del gobierno y enviados a cientos de millas de sus hogares. Recibían golpes, llegaban a la desnutrición y sufrían abusos cuando hablaban en sus idiomas nativos. Sólo, en Canadá, se han registrado 38.000 denuncias por abusos físicos, sexuales o emocionales graves.

Marial Quezada durante una protesta de Survival en San Francisco, California

Descolonizar la Historia

“A través de la campaña Descolonizar la Historia estamos ampliando la voz de los pueblos originarios sobre el genocidio de los nativos americanos y la historia colonial de las Américas y su legado. Queremos recordar que la historia se sigue repitiendo en otras partes del mundo. En Estados Unidos, hasta ahora, no hemos tenido una Comisión ni reconocimiento para estos pueblos, cuya historia no se explica en las escuelas. Por eso pedimos un Proyecto de Ley para la creación de una Comisión de la Verdad”, comenta.

“Todas estas reivindicaciones, como la necesidad de estrategias y procedimientos para continuar con la identificación y  documentación de tumbas, se las hemos hecho llegar por carta al primer ministro de Canadá y al Papa Francisco. Les pedimos que reconozcan y apoyen estas llamadas a la acción. Queremos que se investigue a fondo las Escuelas fábrica”, prosigue.

Mientras, la radiografía de la situación es idéntica en otros lugares, como la Guayana francesa, Botsuana, Burundi, Indonesia, Malasia y Uganda o Bangladesh. Las investigaciones sólo desvelan la punta del iceberg. Se cree que pueden ser necesarias varias generaciones para sacar a la luz todo el daño que causan las Escuelas Fábrica.

Quezada considera que hay alternativas a este terrible sistema educativo. “Cuando la educación indígena está en manos indígenas, los niños, las familias y sus tribus pueden explorar su potencial juntos y florecer. Survival International lanza esta campaña para poner fin a las Escuelas Fábrica y dar a los niños indígenas la educación y el futuro que merecen, bajo su control”. Por eso, insiste en la necesidad de “defender el derecho de los pueblos indígenas a la educación. Y además es algo que aparece reflejado en varios artículos de la Declaración de los Pueblos Indígenas. Por tanto, los niños tienen derecho a aprender en sus idiomas con respecto a su cultura e identidad. Y los pueblos, por su parte, tienen el derecho de determinar y definir la educación para sus niños”. 

Según algunas estimaciones, hasta el 90% de las lenguas del mundo habrán desaparecido a finales de siglo. Miles de años de sabiduría colectiva, entendimiento y conocimiento podrían perderse en una generación si no se transmiten antes de que mueran las personas mayores. Si los niños abandonan sus tierras, o no han aprendido las habilidades necesarias para leer, comprender y gestionar el entorno, la biodiversidad y los hábitats naturales de sus regiones podrían verse en  peligro. 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí