El aniversario de los 63 años de reinado de Isabel II la sitúa como personaje icónico a caballo entre dos siglos. Pero si su singularidad deriva de la supervivencia y el estatismo de su institución y su estilo, choca con el protagonismo del Papa Francisco que cada semana le roba titulares. Esta semana, ambos compartían portadas. Dos iconos contruídos de manera muy difente.

Noticiables

El Papa Francisco provoca cada semana una noticia de la que no rehuye ningún medio. Esta semana la anulación expréss. ¡Menuda paradoja que un tema tan peliagudo frente a la inglesa anglicana haya llevado al Santo Padre a compartir portada con la reina longeva!. Es como si el Sumo Pontífice contraprogramara el efecto de otros líderes. Y especialmente, desde que en su visita al Vaticano, Elisabeth II se retirara a los 17 minutos (cuando habían pactado 30 de reunión) y además, llegara tarde impidiendo la siesta de Bergoglio. Una afrenta así, merece una estrategia de portada. Si Francisco renueva el discurso de la Iglesia y crea nuevas vías cada semana, la monarca lleva un silencio de seis décadas.

Estilismo

El Papa renunció a los zapatos rojos de los sucesores de San Pedro. Isabel II no abandona nunca los elementos que la diferencian. Además de las tiaras, broches y otras joyas reales, la monarca viste siempre de colores estridentes para diferenciarse de los demás. No renuncia a sus sempiternos bolsos de charol ni a sus sombreros de firma.

Empatía

Su Majestad no expresa emociones. Contenida y de parcas palabras. Bergoglio aparece en el Hola de la semana pasada con la sonrisa amplia y los ojos de sorpresa saludando a la modelo Valeria Mazza. Foto insólita que no merece más explicación. Recomiendo su análisis.

Accesibilidad

El Papa aparece en cualquier lugar. Esta misma semana en una óptica, mezclado entre la gente. Isabel es de difícil acceso. Prefiere no bajar de la carroza y limita el intercambio de impresiones en actos públicos.

Origen

Ni que decir que sus nacionalidades no pueden ser más opuestas. La monarca británica encarna al viejo mundo, a una nación veterana. El Santo Padre al nuevo mundo. Y a una nación orgullosa que se enfrentó a Inglaterra por las Malvinas en uno de los últimos conflictos bélicos que ha emprendido un país europeo por cuestiones imperiales.

La imagen de la Reina de Inglaterra se ha construído en base al inmovilismo, la de Francisco en base a la acción. Ella encarna el hieratismo, él la espontaneidad más natural por parte del primer Papa que ha sido tertuliano en televisiones. Ella vive en palacio y él renunció a ese privilegio.

¿Quién iba a vaticinar que un Papa de la Iglesia católica iba a ser más moderno que un monarca británico? ¿No les divierte la paradoja de la historia? Francisco salta a las portadas por la anulación exprés y arrincona a la figura simbólica de una religión que nació de un divorcio que lo cambió todo. Dos figuras que se estudiarán en los libros. Pero una ha necesitado más de seis décadas para quedar fijada en la historia mientras el otro ya lo ha conseguido en dos años.

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