Ayer titulábamos nuestro editorial, publicado por primera vez en formato manifiesto, “España se la juega”. Hoy hemos considerado hacerlo con un “España ha ganado por goleada”, acompañado de un subtítulo en línea con esto: “el pueblo español acaba de dar una lección de sensatez como para frotarse los ojos rebosando orgullo y salir respirando con alivio de un sueño malo que iba camino de devenir pesadilla”.

Pues, no. En este día no vamos a arrancar con esa solemnidad. Ya lo haremos más adelante, ya que a partir de hoy empieza lo difícil y durará hasta que los políticos que reúnan respaldos suficientes –solos o por separado, superando estúpidos protagonismos y neurastenias de vetos que le den al dirigente de turno- formen un Gobierno que entierre por fin esta crisis y aborde las reformas que Rajoy ha anunciado propiciar como el que más. Por supuesto, y estamos con él en que la mano tendida y la transversalidad han de tener ese límite, siempre que se muevan en los límites de la Constitución.

Así que este lunes de clarificación sólo disfrutaremos extendiendo una factura de sorna e ironía a tanta arrogancia, prepotencia y guapeza de matasietes de taberna o de atracadores de gasolineras mostradas por quienes se pretendieron ante la sociedad como los únicos representantes de la verdad en la calle.

Pero la vamos a acompañar de una peineta –discreta, por razones de educación y buen gusto- en dirección a quienes en público les jalearon a lo bestia, buscando hacer pasar por un dragón lo que no superaba la dimensión de una lagartija grande a base de mostrárnoslos a través de una enorme lupa –ellos sabrán por qué-. Consiguieron hacer ver su presión como una espada de Damocles mediante la práctica constante del insulto contra la inteligencia colectiva. Quizás haya venido bien para despertaernos del mal sueño. El juego de los aprendices de brujo no suele dar buenos resultados.

Lo hicieron sobre todo, desde una cadena de televisión que se metió hasta las corvas –suponemos que seguirá haciéndolo- en la demagogia más infumable. Se nos ocurre hasta pensar si no estaremos hablando de la 6ª. Pero hubo más. Bastantes más.

Conviene asimismo recordar los patinazos de las organizaciones de encuestas, aunque estas se vieron sin duda influidas por la permanente intoxicación emanada del enjambre de periodistas que se dejaron arrastrar por el espejismo pretendidamente justicialista de un marxismo-chavismo-leninismo cuyos frutos en el experimento venezolano han sido la más flagrante corrupción que se recuerda, incluso si tenemos en cuenta que Caracas siempre ha sido paradigma de esta lacra. En ese sentido, el “nido revolucionario” de pretenciosos caudillejos populares que se formó, retroalimentándose, en las aulas de la facultad de Políticas de la Complutense se han comido con patatas su invento y sus predicciones. Se merecen la sensación de ridículo sin paliativos que hoy envuelve a esos “miles gloriosus”.

A las demás formaciones hay que reconocerles el mérito de sus resultados –el del PP ha sido extraordinario, porque ese centro derecha ha crecido respecto al 20-D el mismo número de escaños que perdieron, sumándolos, Iglesias y Alberto Garzón. Valía la pena observarles anoche, ante las cámaras, con sus sonrisitas de perdonavidas habituales perfectamente borradas. Nos hubiera gustado ver en el mismo escenario las de los Julio Anguita (¿recuerdan su: ¡qué inmensas responsabilidades van a caer sobre los hombros de estos jóvenes en los próximos días!?, qué ocasión se perdió de mantener la boca cerrada), Cañamero y ese JEMAD sostenedor del separatismo que tanta y tan recalcitrante coba le daba a Chacón.

Tampoco ha sido baladí el mensaje de desaire y remojón enviado al “Ministro de Defensa in péctore” de Podemos.

Pero hay que aplaudir también, y con calor, a Pedro Sánchez por haber sabido aguantar el tirón con dignidad y entereza más que notables, superando el daño psicológico que los Iglesias, Errejón, Bescansa, Monedero, Kichi, Colau, Tarrés, etc. pudieron llegar a causarle. Sobre todos, el cruel y sañudo Iglesias, cuando le soltó “urbi et orbi”, y riéndose de él a pierna suelta, aquello de que bastante feliz tenía que estar con que, a cambio de que les entregara todos los resortes importantes del Gobierno junto con la Vicepresidencia general, ellos aceptaran dejarle jugar a Presidente una temporadita… ¡Qué envaine, ¿verdad ilustre asesor chavista?!

¡Qué sensación de pánico debió de tener ayer el secretario general socialista cuando, sobre las cuatro de la tarde, “las israelitas” (las encuesta a pie de urna) adjudicaban 98 –’98!- escaños a UP y sólo 82 al PSOE. Aquello no era el “sorpasso”, era un atropello!

Pero el después… ¡Ah, la sensación del después de Sánchez tuvo que saberle a gloria bendita, en el caso de que él crea en la gloria bendita! No ha conseguido un éxito, porque ha retrocedido cinco escaños y eso no es un éxito. Pero se ha sacudido de encima ese tábano, ese mosquito tika, esa amenaza matraca del mentiroso más compulsivo.

¿Y por qué ocurrió así? Algunos explican encuestas y sondeos diciendo que los ciudadanos no querían confesar el apoyo de su voto a las formaciones de “la vieja política”. En este periódico pensamos que lo ocurrido en realidad es que, desde el 20-D hasta ayer mismo, el patio trasero podemita –mafias okupas, atropellos de los derechos individuales, inaceptables juegos de quita y pon con la estructura territorial del Estado, apoyos descarados a los abusos y maltratos de dictadores a presos puramente políticos, ofrecimientos de distribuir a manos llenas los fondos públicos para acabar arruinando las pensiones en un año o dos, etc.- ha expuesto ante los ojos de todos su fealdad hasta el hartazgo. Como para que no se desprendieran a cientos de miles de ciudadanos la escamillas que los cegaban. Está claro que lo que se vio no ha gustado, y hasta ha olido mal. A podredumbre.

En los próximos días tocará ir desgranando los temas sesudos. Hoy permítasenos simplemente compartir la satisfacción que a muchos millones de españoles ha dado el resultado de unos comicios que parecían llevarnos al abismo.

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