Más allá de la ilusión que pueda despertar en algunos un cambio de Gobierno como el que ha vivido el Ayuntamiento de Madrid, confío en que se articule de manera mucho más inteligente que mediante la cooperativa de madres limpiadoras de colegios que proponía Manuela Carmena en las páginas de El Mundo .

Que en lugar de tener contratos integrales en los institutos y colegios, sean cooperativas de madres «que realmente están a lo mejor dispuestas a ganar lo mismo que ganan los empleados de las multinacionales» pero que, además, «pueden estar muy satisfechas porque están cerca de sus casas y es el colegio donde están sus hijos».

 

No sé ni por dónde empezar. Es una idea simplemente horrible.

En primer lugar, me parece profundamente machista. Mira que me cuesta entender la forma que tienen ciertos políticos de alterar las normas de la gramática para meter siempre la coletilla de “padres y madres”. Y justo cuando se habla de una medida que hubiese exigido dicho matiz, Carmena se olvida de él.

Porque, incluso si me pareciese bien dicha propuesta, no creo que sea justo dar por hecho que la profesión de limpiador es exclusiva de mujeres.

Tampoco me gusta la iniciativa en cuanto que trastoca uno de los componentes principales de la educación pública tal y como yo la entiendo: elimina el objetivo de generar iguales oportunidades entre hijos de familias con distinto nivel de ingresos.

Me encanta que mi hija pueda relacionarse con niños de procedencias y contextos distintos a los suyos. Por eso ahorro para que vaya a estudiar al extranjero en cuanto tenga edad y ganas de hacerlo. Dicho esto, más allá de las zapatillas que lleve cada niño, o de los niveles de ingresos de cada padre, los servicios que ofrece la escuela permiten que la niña y sus amigos puedan sentirse iguales, dentro de la diferencia.

¿Cómo se sentirán los niños cuyas madres tengan que limpiar el colegio para los otros niños?

Y que nadie piense que me parece una profesión menor. Ni mucho menos. Todo lo contrario. Mi tercera pega es asumir que el concepto mismo de “madre” te cualifica para realizar tareas de limpieza en un centro público, con las exigencias y normativas apropiadas.

Sinceramente, aunque mi propia esposa, ingeniera y escritora, es también mucho más hacendosa que yo, para vergüenza mía, creo que las competencias en materia de limpieza se han igualado con los años, y la experiencia me dice que, muchas veces, a la baja. Me parece un insulto a las profesionales de la limpieza, a menudo poco consideradas, que se dé por hecho que su trabajo lo puede hacer cualquiera igual de bien.

Y mi último reparo: no tiene ventajas en cuanto a la creación de empleo. Es un juego de suma cero que destruirá empleo de profesionales para fomentar el amateurismo entre personas que, sólo quizá, lo dejen al poco tiempo, al no sospechar que se trataba de una labor mucho más ingrata y compleja de lo que esperaban.

En suma, una ocurrencia poco oportuna y que, confío, se quede en la fase de estudio. Seguro que a Carmena y su equipo se les pueden ocurrir cosas mejores. O vamos apañados.

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