Detectar y aislar los casos de COVID-19 es una prioridad para frenar el avance de la pandemia. En concreto, la OMS repite a menudo que además de encontrar, testar, aislar y tratar cada caso positivo de COVID-19, es de vital importancia “trazar todos los contactos” que la persona haya tenido con otras para detener la propagación del virus. La tecnología móvil ofrece una potente herramienta para facilitar esta tarea a través de ‘apps’ que recolectan datos de los usuarios. Los casos de países como Corea del Sur han puesto de manifiesto su utilidad para identificar y notificar los contactos de los usuarios contagiados, pero en Europa, por ahora y en parte debido a las estrictas normativas de privacidad, se ha optado por modelos con un uso más limitado de los datos.

¿Cómo funcionan realmente estas aplicaciones?, ¿es posible que vulneren la privacidad de los usuarios?, ¿y cómo de efectivas son realmente para controlar la pandemia del coronavirus? Respondemos a estas y otras preguntas con la ayuda de Juan Murillo, miembro del equipo de Estrategia de Datos en BBVA y experto en el uso del ‘big data’ para el bien común.

¿Cómo funcionan estas ‘apps’?

Para entender cómo funcionan estas aplicaciones, primero es necesario recordar que no todas operan de la misma manera. Por lo general, las ‘apps’ que se han lanzado hasta ahora en España y en otros países occidentales están enfocadas al autodiagnóstico de la enfermedad, la monitorización de los síntomas y la notificación de los casos a los servicios sanitarios.

Por ejemplo, la ‘app’ AsistenciaCovid19, que se lanzó primero como piloto en la Comunidad de Madrid y ahora se ha extendido a otras comunidades, ofrece a los usuarios la posibilidad de introducir sus síntomas para verificar si son compatibles con los del COVID-19 a través de un cuestionario. En función de esta información, la ‘app’ ofrece instrucciones sobre cómo debe actuar, si es necesario aislarse o ponerse en contacto con los servicios sanitarios. También permite al usuario realizar un seguimiento de la evolución de sus síntomas.

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Imagen de una de las pantallas de la ‘app’ AsistenciaCovid19 lanzada en varias comunidades autónomas en España.

De manera opcional, los usuarios también pueden dar a través de la aplicación acceso a los datos sobre la ubicación del dispositivo que se utilizarán “con el propósito de garantizar la calidad de los datos y su análisis epidemiológico”, según explican en la web. Lo que sí deben hacer es indicar una serie de datos personales, incluyendo una dirección de contacto, por si los servicios sanitarios deben comunicarse con la persona. Esta ‘app’ comparte características con Stop Covid19 Cat, ofrecida en Cataluña, que por el contrario sí utiliza el GPS de manera obligatoria para ofrecer a las autoridades información sobre la distribución de la epidemia en la región.

“Estas aplicaciones tienen el principal objetivo de descongestionar los teléfonos de asistencia de los servicios sanitarios y recopilan cierta información sociodemográfica, como el sexo y la edad del usuario. Y de paso recaban la localización del terminal móvil, pero en principio todos estos datos se usan de forma anónima y agregada; y en los casos en que no es así, se lleva a cabo un cumplimiento escrupuloso de las últimas recomendaciones de la Comisión Europea en materia de tratamiento de datos personales”, explica Murillo.

Diferencias entre oriente y occidente

Esta es una de las principales diferencias entre las ‘apps’ que se han lanzado hasta ahora en España y las que han surgido en países asiáticos como China, Corea del Sur o Japón. Mientras que las soluciones lanzadas en países occidentales, por ahora, se limitan a recoger la mayoría de datos de manera anónima y agregada (es decir, de tal forma que no puede identificarse a quien generó los datos), las aplicaciones creadas en algunos países orientales recopilan una mayor cantidad de datos personales (identificables) que permiten a las autoridades tomar medidas más activas para controlar la propagación de la enfermedad.

“Existen elementos culturales que diferencian la elección que pueden hacer los ciudadanos en el contexto occidental y el oriental”

“En definitiva, cuanto más sensible es un dato desde el punto de vista de protección de la privacidad, más útil resulta desde el punto de vista epidemiológico, por lo que los ciudadanos nos podemos ver ante el dilema de elegir entre anonimato o conveniencia, algo que hacemos en todo caso a diario en el uso de servicios digitales. Sin embargo, existen elementos culturales que diferencian la elección que pueden hacer los ciudadanos en el contexto occidental y el oriental: ante este dilema, en oriente prima la conciencia sobre el beneficio colectivo frente a los derechos individuales”, añade.

En el caso de Corea del Sur, el gobierno lanzó a principios de marzo una ‘app’ llamada ‘Self-quarantine safety protection’, que recopila información sobre el estado de salud del usuario, además de su ubicación y los lugares que ha visitado mediante la información del GPS de su teléfono. Con estos datos, la aplicación puede incluso notificar a las autoridades si una persona a la que se ha prescrito la cuarentena abandona su domicilio y avisar a las personas cuando han estado en contacto con otros casos positivos. La aplicación también recopila datos como el género y la nacionalidad del individuo.

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La aplicación lanzada por el gobierno de Corea del Sur notifica a los usuarios si han estado en contacto con otras personas con COVID-19.

Aplicaciones similares se han lanzado en Japón o en Singapur, donde un sistema basado en Bluetooth notifica a los usuarios si han estado en contacto con otros contagiados. “Corea del Sur, o Japón, usan activamente el dato a nivel personal, dando la opción a los usuarios a rechazar su uso; sin embargo aunque tengan esa posibilidad los ciudadanos están dando consentimiento explícito al uso de sus datos porque entienden que, haciendo analogía entre el COVID-19 y un incendio, es crítico identificar tempranamente los focos y aislarlos para frenar su expansión, y consideran que sus gobiernos van a hacer un uso riguroso de la información desde el punto de vista de seguridad y privacidad”, explica Murillo.

El debate de la privacidad

Un caso distinto es el de países como China, donde el uso de este tipo de aplicaciones es obligatorio para los ciudadanos y que ha despertado un debate en torno a los límites de la privacidad de los usuarios. “Las soluciones son diferentes por países y dependen mucho de su nivel de democratización y protección de los derechos individuales. En Europa, donde la protección de datos es un derecho fundamental, las medidas son mucho más garantistas y las potencialmente más intrusivas, en principio, tienen carácter voluntario”, afirmaba recientemente Ana Segovia, del equipo de Regulación Digital de BBVA.

El uso de datos que hacen las aplicaciones como las de Corea del Sur o Singapur, aunque utilicen datos más sensibles que pueden resultar polémicos, también tiene una serie de ventajas desde el punto de vista epidemiológico. “Trabajar sobre dato personal permite hacer un diagnóstico preciso de métricas epidemiológicas muy relevantes, como el número de contagios que provoca cada nuevo afectado por COVID-19 entre las personas con las que ha mantenido contacto mientras era un potencial transmisor de la enfermedad, o avisar a los ciudadanos que han viajado en un mismo medio de transporte público con un potencial transmisor”, explica Murillo.

Un estudio publicado por la revista Science a finales de marzo afirmaba que el uso de aplicaciones que permitan trazar los contactos de proximidad de una persona y notifiquen de forma inmediata el contacto con casos positivos “pueden lograr un control epidemiológico si se usa por las suficientes personas”.

Frente a estos casos, trabajar con datos anónimos y agregados como se está haciendo hasta ahora en Europa permite hacer otro tipo de análisis “menos potentes” –en tanto que no se puede llegar a ofrecer información al individuo– pero aún útiles. “Como medir la efectividad de las diferentes medidas de mitigación de la expansión de la COVID-19, por ejemplo, al correlar el descenso en las métricas de desplazamiento con el aplanamiento de la curva de contagios”, añade.

Otras iniciativas privadas

Por ahora, no obstante, la penetración (número de descargas respecto a la población total), de este tipo de aplicaciones en España ha sido relativamente baja en comparación con lo que ha sucedido en oriente. Según informaba El País, por ejemplo, la aplicación lanzada en Madrid ha alcanzado las 50.000 descargas en una Comunidad Autónoma de más de seis millones y medio de habitantes.

Ante esta situación, los gobiernos han llevado a cabo algunos proyectos de colaboración con distintos proveedores de datos privados (como empresas de telecomunicaciones), que comparten datos anónimos y agregados sobre desplazamientos, por ejemplo, con datos de posicionamiento de teléfonos móviles. “Esta situación produce ciertas discordancias en materia de estándares y calidad de los datos, por lo que es esencial involucrar tanto a los institutos nacionales de estadística de cada país, como a expertos en epidemiología para determinar el grado de utilidad de estas fuentes heterogéneas”, matiza el experto.

“Las soluciones son diferentes por países y dependen mucho de su nivel de democratización y protección de los derechos individuales”

Por su lado, las compañías Google y Facebook han anunciado un acuerdo de colaboración para facilitar la instalación en los dispositivos móviles de los usuarios de aplicaciones de rastreo del COVID-19 desarrolladas por los gobiernos a través de los sistemas operativos Android y Apple. La idea sería facilitar que estas ‘apps’ se descarguen automáticamente cuando los usuarios actualicen sus teléfonos. “Ante la baja penetración de las ‘apps’ desarrolladas por los gobiernos esta solución facilitaría su extensión a un porcentaje muy alto de la población”, explica Murillo. Entre Google y Apple, suman el 99% de los sistemas operativos de teléfonos inteligentes en el mundo.

Y ¿cómo usarían los datos? Las compañías aseguran que la información que se transmita desde los dispositivos móviles hacia sus servidores lo haría de manera encriptada y pseudonimizada, “por lo que cada usuario será etiquetado con un ID que en principio dificultaría su identificación”, añade Murillo. En cuanto al consentimiento del uso de los datos, la aplicación deberá ajustarse a la legislación vigente en cada país en el que se despliegue, y respecto a la obligatoriedad, ambas compañías han declarado que rechazarán el uso obligatorio de ‘apps’ que utilicen estas funcionalidades.

Los siguientes pasos en España

Entonces, ¿llegarán a Europa en algún momento aplicaciones similares a las que se están utilizando en los países asiáticos? Por un lado, la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial del Gobierno de España ha anunciado a mediados de abril su participación en un proyecto europeo PEPP-PT (siglas en inglés de Rastreo Paneuropeo de Proximidad para Preservar la Privacidad) que pretende facilitar la adopción de “una única ‘app’ europea”. No obstante, por ahora no existe un consenso entre todos los socios sobre qué solución técnica emplear para la recabación y el tratamiento centralizado de datos, “y probablemente se analicen alternativas descentralizadas”, explica Murillo.

BBVA Research ha analizado el impacto del COVID-19 en el consumo de los españoles, utilizando tecnologías de ‘big data’, que reflejan una caída del consumo medio de hasta un 49%. Este análisis ha dado lugar a una colaboración junto a investigadores de las Universidades de Cambridge, Imperial College y Edimburgo donde se defiende el uso de datos transaccionales anónimos para la toma de decisiones por considerarlos un reflejo en tiempo real a las reacciones de las crisis y políticas económicas.

El objetivo de este proyecto es utilizar una solución similar a la de países como Corea del Sur que pueda notificar a los usuarios si han estado cerca de una persona con COVID-19. Para ello, la aplicación permitiría al usuario registrar si tiene la enfermedad y, en ese caso, enviaría una alerta mediante Bluetooth a todos los dispositivos de las personas con las que haya tenido contacto cercano desde que instaló la aplicación.

La ‘app’ llegaría automáticamente en los dispositivos de los usuarios a través de las actualizaciones de los sistemas operativos gracias al nuevo protocolo creado por Google y Facebook, aunque el desarrollo de las aplicaciones seguiría siendo responsabilidad de los gobiernos. No obstante, la compañías han anunciado que no será hasta mayo cuando lancen las APIs que faciliten la interoperabilidad entre sus sistemas operativos y las aplicaciones desarrolladas por las autoridades.

“Estas soluciones tecnológicas y los datos que generan pueden ser componentes que, unidos a la aplicación de las medidas de contención y al testeo masivo y recurrente de la población, nos ayudarán a superar esta crisis”, concluye el experto.

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