En algún momento, siendo niños, todos quisimos ser astronautas. Recuerdo como don Fernando Merchante, mi profesor de ‘Plásticas’ en la EGB de los Salesianos de Pamplona, nos hacía dibujar nuestras profesiones del futuro. Y también recuerdo perfectamente cómo nos advirtió: «Que nadie se dibuje como un astronauta».

No sé si lo dijo porque estaba harto de ver garabatos de hombres visitando el espacio o porque, con los pies en el suelo y la cabeza en una pequeña población del norte de España, era casi imposible que llegáramos a pasear por el extrarradio del planeta.

No se qué le dijo su profesor a nuestro secundario de hoy. Seguro que ni siquiera se planteaba esa posibilidad en los años 60 en un pueblecito canadiense llamado Sarnia, en medio de los Grandes Lagos.  Allí nació CHRIS AUSTIN HADFIELD en 1959. Con 9 años vio cómo el Apolo XI alunizaba sobre nuestro satélite y decidió: «Yo quiero ser astronauta».

Y lo consiguió.

Y hace unos años se jubiló.

Pero entre medias de esas dos frases ha conseguido convertirse en uno de los cosmonautas más populares de la historia. Y lo logró gracias a sus vídeos en las redes sociales que consiguieron, y siguen sumando, millones de visitas. Fue un astronauta adelantado a su tiempo, lo que no deja de ser una curiosa redundancia. De hecho me cuesta incluirlo en nuestra nómina de secundarios, pero sí que lo es si tenemos en cuenta que Chris Hadfield es un pequeño satélite en los últimos años de David Bowie, que sería realmente el protagonista de este relato.

Volvamos a los primeros años de Chris. Estudió como un canadiense normal y encontró el amor de su vida en una chica del instituto llamada Helene.  Antes, con 15 años ya pertenecía a los Cadetes de la Aviación Real de Canadá y a partir de ahí empezó su carrera militar. Primero como estudiante de ingeniería y luego como piloto de cazas. Realizó varias misiones de defensa del espacio aéreo norteamericano y, de hecho, fue el primer piloto con un F-18 Hornet en interceptar un bombardero Tupolev soviético sobre el Ártico canadiense. Tiempos extraños.

Pero en 1992 su vida bélica cambió. Fue elegido, entre 5.330 candidatos, uno de los cuatro canadienses que entrarían en la NASA. Así que se trasladó a Houston, Texas, donde trabajó en la seguridad de las lanzaderas espaciales y en los cristales de las ventanillas (¿nos podemos referir a ellos como parabrisas cuando hablamos de una máquina así?). Incluso llegó a ser CAPCOM, es decir, el único tipo que puede hablar desde tierra con una cápsula espacial.

Viajó tres veces al espacio exterior. La primera a bordo del transbordador Atlantis en 1995. Una misión que sirvió para llevar provisiones a la MIR.  Repitió en 2001 con el transbordador Endeavour, con destino ya en la Estación Espacial Internacional. Durante su primer paseo espacial, Hadfield sufrió un irritación en el ojo que le dejó ciego temporalmente. Allí arriba. En medio del silencio y completamente ciego. Su tercer viaje, en una Soyuz hasta la ISS, fue parte de la Expedición 35 y pasó casi cinco meses en el espacio. De diciembre de 2012 a mayo de 2013. Fue su viaje más mediático.

A pesar de su mente científica, Chris Hadfield demostró siempre una sensibilidad especial. Primero para ser muy didáctico en sus explicaciones. Es como un profesor enrollado que dice palabras como ‘guay’ y ‘mola’. Y en efecto, él es guay y mola. Respondió a los medios desde la órbita y publicó numerosos vídeos con experimentos que harían sonrojar al Hombre de Negro. Su popularidad creció.

Y además Chris canta. 

Durante la Expedición 35, Hadfield grabó música en la Estación Espacial Internacional. Usó una guitarra Larrivée y su primer tema fue Jewel in The Night, que se estrenó en YouTube en la Navidad de 2012. Y fue estrenando y editando varias de estas canciones. Aprovechó bien su estancia en el espacio, aunque supongo que allí tienes poco tiempo para ser holgazán. Pero tras volver a casa tenía una sorpresa para todos. La mayor de todas.

Chris Hadfield había grabado en el espacio un homenaje a Space Oddity, uno de los himnos más recordados de David Bowie. Una canción que que se lanzó en 1969, cinco días antes de que el Apolo XI alunizara. Ese mismo Apolo que en un pueblecito de Canadá convenció al Chris para hacerse astronauta. La canción trata sobre un cosmonauta ficticio llamado Mayor Tom y sus pensamientos en el espacio.

Grabó la canción y también un vídeo musical que lleva consiguió casi 30 millones de reproducciones durante el tiempo que Bowie permitió que estuviera online. Aunque como ya sabemos cómo es internet se puede localizar fácilmente en canales no oficiales. Al parecer, uno de los tres hijos de Chris se puso en contacto con la discográfica de Bowie para pedir el permiso de publicación. ¿Cómo sería esa llamada? Mire, mi padre es astronauta y le gustaría cantar una de sus canciones dando vueltas alrededor de la Tierra. Resultó que era la única canción de la que David no tenía todos los derechos, pero medió para que se los dieran. El caso es que lo consiguió y se convirtió en una auténtica joya.

Fue el primer vídeo musical grabado en el espacio, para envidia de la película Gravity de Quarón. Y también abrió un debate sobre los derechos comerciales del tema. La revista ‘The Economist’ planteó en mayo de 2013 las implicaciones legales que suponía grabar una canción en el espacio. ¿Los contratos firmados en nuestro planeta, en un país concreto, son aplicables a la Estación Espacial Internacional? Creo que a nadie se le había ocurrido hasta entonces.  Recuerda un poco a esos barcos-casino que viajan hasta aguas internacionales para saltarse las leyes del juego.  Puede que en el futuro, el espacio ofrezca esa posibilidad. Puede que alguien ya lo tenga en cuenta.

Chris Hadfield se jubiló un mes después de acabar su última misión y volvió a Canadá como había prometido a su mujer Helene 30 años antes. Sí, es la misma Helene con la que salía en el instituto. Puedes seguir sus comentarios en las redes sociales. Es @Cmdr_Hadfield en Twitter, por ejemplo. O también puedes leer su autobiografía que se llama algo así como Guía para astronautas que vivan en la Tierra: qué me enseñó viajar al espacio sobre la ingenuidad, la determinación y estar preparado para cualquier cosa. ¿No lo dije? Mola.

El aeropuerto de su Sarnia natal ahora lleva su nombre. En Ontario hay dos colegios público llamados como  él y también un asteroide se bautizó Hadfield. Es el pedrusco espacial 14143. Suma muchos reconocimientos y distinciones, pero sin duda una de las mayores será haberse convertido durante unos segundos en el Mayor Tom que imaginó David Bowie a finales de los 60.

Mi profesor de los Salesianos, don Fernando Merchante, aquel que nos pedía durante varios cursos que dibujáramos nuestras profesiones del futuro pero que no fuera de astronauta, ya está jubilado. Con mis dibujos acerté a medias. Un año me imaginé como abogado. Error, y fue un acierto. En otro como periodistas deportivo. Acierto, aunque fue un error. En cualquier caso, sigo dibujando.

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