El camino de Blablacar desde su llegada a España en 2010 ha sido con progresivo Tourmalet que encaja con el auge de la economía colaborativa. El punto de inflexión llegó en 2014, cuando Fenebus -patronal de los autobuses- dispensó sus primeras críticas a la plataforma de vehículos compartidos. El colofón termina esta semana cuando se ha abierto un fuego cruzado entre la startup y la Comunidad de Madrid que ha denunciado a dos de sus usuarios.

La compañía inició su andadura en 2006 en Francia. En la actualidad, la red social está presente en 22 países. La parte bonita de la historia, esa que se cuenta a los nietos, arrancó en la Navidad de 2003 a raíz de una necesidad concreta. Su fundador, Frédéric Mazzella, tenía que volver a casa y no quedaban billetes de tren libres. Finalmente, logró que su hermana le recogiera de camino en coche.

Así pues, durante el trayecto, se dio cuenta de que los vehículos que veía en la carretera iban casi todos vacíos. De este modo surgió la idea de crear una red social que pusiese en contacto a conductores con asientos libres con pasajeros que necesitasen realizar el mismo trayecto.

El romanticismo de esta historia se ha dado de bruces con la realidad económica que algunos sectores no quieren afrontar. Blablacar tiene abierta una batalla legal (en mayúsculas) tanto con la patronal de autobuses, como la Comunidad de Madrid. Mucha fanfarria mediática que no se veía hace siete años.

Cronología de una batalla

Blablacar llegó a España en el otoño de 2010. Entonces, cuando la economía colaborativa era de uno a uno, la intrascendencia de la compañía fue generalizada. Cuesta encontrar referencias, aparte de las corporativas, de su llegada.

Repasando de forma rápida la hemeroteca digital, en 2011 Blablacar seguía siendo una perfecta desconocida. Apenas hay noticias sobre sus primeros años. Se trataba, a todas luces, de los tiempos duros. Los del boca-oreja. Esos en los que arrancar una línea de algún medio de comunicación era un logro.

En 2012 la situación empezó a cambiar. Blablacar dio rienda suelta a sus primeras cifras de negocio, así como de uso de la plataforma. La bola de nieve rodaba. Algunos medios de hype pronunciado se hacían eco. Se daban las cifras en millones, y se mantenía el mantra de ayudar al medio ambiente. Además, ese mismo año, trascendía de forma pública cómo iba llegando el dinero por parte de inversores de reconocido prestigio: ronda de financiación de 7,5 millones de euros con Accel y Cabiedes.

Durante 2013 la compañía no experimentó grandes cambios. Seguía ganando en popularidad y su número de usuarios aumentaba. Así, la primera gran refriega de la batalla se presentó en 2014. Curiosamente fue temporalmente inversa. Primero llegó en primavera la denuncia de Fenebus, entonces patronal de los autobuses, sobre una posible competencia desleal. Más tarde, ese mismo verano, Blablacar hacía efectivo cómo era su modelo de negocio: cobrando una comisión a los viajeros que compartían el vehículo.

En 2014 empiezan los primeros conflictos con la patronal de autobuses

Fenebus sentaba las bases. “Intrusismo laboral”, “competencia desleal”… En ese momento, cuando Blablacar estaba presente solo en 12 países, también empezó a lanzar argumentos que todavía mantiene. Su entonces responsable en España, Vincet Rosso, sostenía que la compañía no había tenido problemas en ningún otro lugar. Solo en España. También se empezaba a hacer especial hincapié en la llamada economía colaborativa y lo que suponía para los usuarios.

Aunque sin duda, fue en 2015 cuando terminó de saltar todo por los aires. La patronal de autobuses Confebus infiltraba a investigadores en los vehículos compartidos por los usuarios de Blablacar, y exponían así las tesis de su demanda contra la startup. El objetivo era una suspensión cautelar de su servicio. En este caso, a finales de ese año, el juez desestimo dicha medida. A favor de la plataforma, los años de intrascendencia desde que llegó a España y que, por lo tanto, llevase operando tantos años sin una reclamación hasta la fecha.

La llegada de 2016 solo dejo la tensión en pie. Ahora era turno para una demanda por competencia desleal. Y en mayo llegaba el momento clave que nos trae hasta la actual situación. Confebus logró posponer el juicio contra Blablacar en el último minuto gracias a un expediente sancionador en trámite de la Comunidad de Madrid contra la compañía. La patronal del autobús esperaba que ese documento le ayude a inclinar la balanza a su favor en un juicio que en mayo debería haberse cerrado.

Sonido de sables en Blablacar

El final de este viaje, o al menos su última parada, ha llegado esta semana. Blablacar afronta en la Comunidad de Madrid su primera sanción en Europa por no tener «autorización» para ofrecer «un servicio de transporte público».

En concreto, la Comunidad ha impuesto a la compañía dos sanciones muy graves por un valor total de 8.000 euros por «facilitar en nombre propio servicios de transporte público de viajeros sin ser previamente titular de una autorización». Además, le ha multado con una sanción grave por importe de 800 euros por «ofertar servicios de transporte público de viajeros sin disponer del título habilitante».

La Comunidad de Madrid interpreta con estas sanciones que la compañía ha vulnerado los artículos 140.2 y 141.7 de la Ley de ordenación de los transportes terrestres, respectivamente. Por otro lado, dos conductores de la empresa también han sido sancionados por la Comunidad de Madrid con 4.000 euros cada uno por no disponer «de ningún título habilitante para ejercer dicho transporte».

Y, lógicamente, la reacción de la startup no se ha hecho esperar. Blablacar denunciará a la Comunidad ante la Comisión Europea (CE). Considera que la acción de la Dirección General de Transportes de la Comunidad de Madrid «obstaculiza la actividad de su filial en España». Añade que las prácticas de este Gobierno regional «suponen una vulneración del derecho europeo» en lo que se refiere a la «libre prestación de servicios y la libertad de establecimiento».

Blablacar, como ha hecho a lo largo de su historia, asegura que no es una empresa de transportes, sino una red social que pone en contacto a conductores y pasajeros que van a realizar un mismo trayecto para compartir los gastos del viaje, sin ningún ánimo de lucro. Asimismo, ha apuntado que también van a actuar en España por vía administrativa contra las sanciones impuestas.

Con este panorama, Blablacar, cuan Marian liberando al pueblo de la economía colaborativa, se ha prestado para esta cruzada. Su lucha, a buen seguro, será la de otras muchas empresas que tienen el mazo de la justicia a un paso de su puerta.

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