Cuando el pasado día 28 de abril los 150 pasajeros a bordo del ferry italiano Sorrento vieron incendiarse su barco no sabían que estaban convirtiéndose en un tema de campaña electoral para dos elecciones distintas. Normal, cuando el capitán ordena desalojar un barco en marcha lo humano es pensar más en el final que en el principio de algo.

El miércoles fue un día especialmente agitado en Sagunto. La ciudad se llenó de periodistas, es decir más periodistas que los de costumbre pues sus 65.000 habitantes se informan por una emisora de radio, cuatro periódicos en papel, dos diarios digitales y una revista comercial —y por si se lo están preguntado, sí, se ha notado la crisis del periodismo porque la ciudad ya no cuenta con televisión propia—. El motivo de tanta expectación mediática era la llegada del ferry Sorrento, un barco que ardió el pasado martes 28 frente a la costa balear y que atracaba ese mediodía en el puerto de Sagunto para comenzar sus labores de reparación.

La noticia puede parecer banal, un mero epílogo del verdadero suceso informativo, el incendio en medio del mar, pero la presencia masiva de medios autonómicos y nacionales en Sagunto demostraba que el acontecimiento era suficientemente importante para encontrar hueco en los mismos telediarios que tenían que hablar de escándalos de corrupción, semifinales de la Champions League y del inminente inicio de las elecciones. La razón de tanta atención es que la llegada del Sorrento a las costas valencianas dista mucho de ser el final feliz de una historia.

Todos los periodistas presentes, desde los que lo señalaron en su crónicas hasta los que se limitaron a recoger declaraciones y replicar notas de prensa, sabían que en la llegada del barco hay algo que no encaja. El Sorrento interrumpió a su trayecto a 18 millas de Mallorca (menos de 30 kilómetros), pero en vez ser devuelto a la isla ha sido remolcado una distancia de 140 millas (225 kilómetros) para llevarlo hasta el puerto de Sagunto, un muelle donde no hay astilleros y que ha tenido que traer de fuera parte del equipo necesario para su reparación. Por no tener el puerto ni siquiera tiene capacidad de arreglar el barco, sólo acogerá las labores más necesarias para asegurar que la nave puede seguir su camino antes de acabar de repararse en otro sitio. La explicación oficial es que la decisión de dónde ha de llevarse la nave la toma el armador, en este caso la naviera Grimaldi, y ha elegido Sagunto; la explicación que dan los vecinos de la ciudad es mucho fácil de encajar en todas las cosas extrañas que rodean al asunto: “Lo traen aquí porque en las islas no lo quieren”.

Valencia tiene menos peso que Mallorca

La oposición valenciana en pleno comparte la opinión de los ciudadanos de Sagunto. Para ellos el Sorrento llega a costas valencianas porque el Gobierno Balear tiene miedo a posibles daños medioambientales en pleno arranque de la campaña turística y la Generalitat ha sido incapaz de negarse. Según su interpretación Valencia pinta menos que Mallorca, y el que la tercera región española baje la cabeza frente a sus vecinos mediterráneos es un arma electoral demasiado buena para dejarla sobre la mesa sin usarse.

Todos los partidos han opinado sobre el tema, esgrimiendo informes que tratan de poner en duda las garantías de seguridad del traslado del barco, llamando a un injustificado alarmismo por la presencia de una planta regasificadora cerca de las instalaciones portuarias o simplemente apoyándose en el rechazo vecinal a la llegada, pero nada ha marcado mejor la importancia del asunto como la visita a la ciudad de Joan Baldoví, diputado nacional y uno de los pesos pesados de la Coalición Compromís, que ya ha pedido la presencia de la ministra Ana Pastor en el Congreso de los Diputados para que rinda explicaciones como máxima responsable de los puertos españoles que es al ser ministra de Fomento.

La coalición Compromís incluye en su filas a Los Verdes, algo que ya haría que el remolque de un barco dañado repleto de fuel fuera importante en su agenda, pero además gran parte de su campaña electoral se basa en reivindicar la importancia de ser un partido político valenciano que no tiene que rendir peajes políticos en Madrid —una cuestión que creen que será muy importante cuando haya que negociar una nueva financiación autonómica con el gobierno central— por lo que la sumisión del PP valenciano hacia sus compañeros madrileños, que son quienes han fallado en favor del PP Balear, es vital en su estrategia electoral. Si logran convertirlo en un tema importante para los medios el PP Valenciano temblará.

Pero a pesar de la lectura que se haga en clave autonómica hay una cuestión de la que ninguno habla: ¿Por qué se elige Sagunto y no el más preparado puerto de Valencia cuando entre ambas ciudades hay apenas 30 kilómetros? Pues porque, simple y llanamente, Sagunto no existe más allá de sus fronteras.

Bienvenidos a la ciudad invisible

Cuando los periodistas foráneos llegaron a Sagunto tuvieron que preguntar el nombre del alcalde. Puede parecer normal, pero no lo es. Sagunto es la undécima ciudad más poblada de la autonomía y quinta de la provincia de Valencia, además está a menos de 30 kilómetros de la ciudad de donde venían la mayor parte de los enviados informativos. Lo normal es que los periodistas tuvieran una ligera idea de lo que pasa a escasa media hora de su lugar de trabajo habitual, pero muchos de ellos hacía tiempo que no pisaban la ciudad y el conocimiento de algún indicio sobre la realidad en Sagunto, aunque hubo honrosas excepciones, fue más la excepción que la norma.

Y no será porque Sagunto no sea precisamente carne de telediario. El ayuntamiento no ha tenido nunca, en toda la historia de la democracia, una mayoría absoluta que lo gobierne con lo que es fuente continúa de polémicas políticas, tiene un conflicto segregacionista con la parte más grande del pueblo intentando separarse de su casco antiguo,y está siendo uno de los mejores ejemplos de la desindustrialización que está sufriendo España, con casos tan extremos como el cierre de Galmed, una empresa que daba beneficios pero aún así fue desmantelada para llevarse su producción a Alemania, o la lucha que lleva ahora mismo contra el despido de los más de 200 trabajadores de Bosal que irán al paro sin prácticamente derecho a prestación porque la empresa ya les hizo gastar sus días de protección social en EREs de suspensión de empleo. Por sonarles Sagunto les podría sonar porque fue hogar de un narcotraficante que compró un submarino para poder pasar mejor su mercancía.

Hay dos razones que explican el poco conocimiento sobre la ciudad de los periodistas que llegaron de fuera, una es la saturación de medios locales que hemos hablado antes —si el público consume la información local en los medios de su ciudad no acude a los periódicos de la capital a buscar noticias—; la otra es que Sagunto no tiene nada que destaque porque es especialista en perder en cualquier reparto al que se presente.

Sagunto no tiene nada que destaque porque es especialista en perder en cualquier reparto al que se presente

La ciudad tiene un castillo romano declarado Monumento Nacional en 1931, pero el Estado apenas dedica financiación para su puesta en valor mientras apuesta por mejorar castillos más pequeños y modernos de la provincia; cuenta con uno de los polígonos industriales más grandes de Europa, Parc Sagunt, que apenas alberga un puñado de empresas; su puerto lleva años esperando que se acabe la conexión ferroviaria, lo que hace que los saguntinos vean pasar, literalmente,el tren de la oportunidad que daba la Opel de Zaragoza buscando un puerto que saque sus coches por mar; incluso fue la ciudad escogida por Berlanga para albergar los estudios de cine de la Comunidad Valenciana que finalmente fueron, por decisión política, a la Ciudad de la Luz de Alicante, y aunque piensen que los saguntinos se libraron del fiasco que han acabado resultando los estudios lo cierto es que la Generalitat quitó a Sagunto el cine para darle otro macroproyecto: La Ciudad de las Artes Escénicas, una infraestructura que nunca ha llegado a completarse y que ha acabado con el ayuntamiento pagando de su bolsillo unos terrenos que se suponía que iba pagar la Generalitat repartiendo el coste entre todos los valencianos. Sagunto pierde hasta cuando se supone que gana.

Cuando alguien descubre que puede quitarte lo que otros quieren es normal que piense que también puede darte lo que nadie desea, así que eso explica por qué la Autoridad Portuaria de Valencia ha centrado en el puerto de la ciudad el grueso del tráfico de graneles de la provincia y la única gran inversión que suena para las inminentes elecciones municipales sea la instalación de una planta de residuos tóxicos y peligrosos aprovechando que hay tanto espacio libre en el polígono industrial. El Sorrento es pues para los vecinos sólo otra mercancía incómoda más que la administración guarda en el patio trasero de Sagunto sabiendo que no tendrá coste electoral.

Los portavoces de los partidos políticos que conforman el pleno municipal —cinco partidos partidos en total que se espera que después de elecciones sean más gracias a la crisis del bipartidismo tradicional— se lanzaron hacia los micrófonos de los corresponsales a contar cada uno su verdad. Los periodistas recogieron sus declaraciones y con la premura que exige esta profesión en estos tiempos sin apenas recursos marcharon corriendo hacia la capital. Algunos incluso erraron todos los nombres de los portavoces que sacaron en pantalla. Pero el resultado daba igual, el barco ya está amarrado, y contemplar su estampa solo sirve a los saguntinos para recordar la irrelevancia de su ciudad. El enfado que ahora tienen otra polémica lo tapará, esa es la virtud de las ciudades invisibles.

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