Hace unas semanas las redes sociales se incendiaban con la columna “perrolatría” de Javier Marías sobre los aspectos sociales y morales de la gente que tiene perros. No voy a entrar a valorar los argumentos de Marías, ni las airadas respuestas que recibió de parte de grupos animalistas o de gente que tiene perro. No obstante, lo que si que podemos hacer es analizar lo que implica una mascota desde el punto de vista medioambiental.

Las mascotas más populares son los perros y los gatos. Ambas mascotas son de sangre caliente y carnívoras. Esto implica que su gasto energético es mayor, puesto que mantener la temperatura corporal alrededor de 37 ºC supone un gasto energético elevado, de la misma manera que alimentarse de animales también conlleva un menor aprovechamiento de los recursos y un mayor consumo. Los últimos estudios indican que el requerimiento energético de un perro es de 142.8±55.3 kcal.kg peso corporal−0.75/día.

Por lo tanto el consumo energético de un perro de tamaño medio (25 kg) es 3570 kcal. Haciendo una analogía, el poder energético de un litro de gasolina de 95 es 7280 kcal, es decir, si fuera un vehículo de motor consumiría medio litro de gasolina al día, si lo multiplicamos por 365 días, un perro gasta solo en alimentación el equivalente en más de 180 litros de gasolina. Habría que sumarle todos los cuidados que requiere. La alimentación a base de piensos disminuye el impacto ecológico puesto que en la composición de muchos de ellos aparecen gran cantidad de productos de origen vegetal como soja y maíz lo que disminuye los costos ambientales. Desde un punto de vista energético mascotas de sangre fría como reptiles o peces, tienen mucho menos consumo calórico por kg de peso ya que no tienen que mantener el cuerpo caliente. Aun descontando que algunos terrarios o acuarios deben estar climatizados (en función de la especie), el impacto de estos animales es mucho menor.

Otra variable a considerar a la hora de tener mascotas no es solo su consumo energético sino su interacción con el medio ambiente. En esto el principal problema lo encontramos con los gatos. Los gatos a pesar de estar acostumbrados a que el dueño les alimente conservan intacto su instinto cazador, lo que les hace ser muy peligrosos para la fauna salvaje. En tiempos pretéritos perros y gatos traídos por los colonizadores han sido responsables de la desaparición de especies como el Dodo de las islas Mauricio. En «Breve historia de casi todo», Bill Bryson cuenta cómo un solo gato de un farero fue responsable de la extinción de una especie de pájaro que vivía en una isla de Nueva Zelanda. De hecho el principal problema es en islas por ser ecosistemas cerrados. No obstante diferentes estudios muestran que en zonas continentales los gatos, principalmente los asilvestrados, también serían responsables de gran parte de las muertes de especies nativas.

Y de hecho este es otro problema que debe considerarse a la hora de tener una mascota. Que se pueda escapar, libre o intencionadamente. Muchas mascotas al ser liberadas al medio ambiente se convierten en especies invasoras y causan graves desequilibrios en el ecosistema. Ejemplos de esto tenemos muchos, como las tortugas de florida en los ríos y lagos españoles, los mencionados gatos asilvestrados o las manadas de perros que de vez en cuando causan algún problema. Uno de los casos más graves surgió a raíz de la película “Buscando a Nemo” ya que muchos niños decidieron salvarlo por su cuenta echando los peces por el desagüe. Esto ha provocado que en el caribe aparezcan colonias de pez escorpión que están causando verdaderos estragos. Por lo tanto, a la hora de tener mascota, responsabilidad. El medio ambiente te lo agradecerá.

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