Últimamente todo son malas noticias para el Santander, sobre todo de cara a su riesgo reputacional. Por muchos esfuerzos que se haga desde el departamento de comunicación dirigido por Juan Manuel Cendoya a la hora de intentar transmitir una imagen positiva tanto de la entidad como de su presidenta, la realidad es implacable y muestra lo que de verdad representa tanto el banco como la señora Botín.

Mientras el equipo de Cendoya intenta que la sociedad vea una cara amable de la presidenta del Santander, los datos y los hechos destrozan en apenas minutos el trabajo del equipo de marketing reputacional. Lo vemos día a día en las informaciones sobre el Caso Banco Popular en las que podemos comprobar cómo el banco cántabro diseñó durante años una estrategia para hacerse con la sexta entidad financiera del país aunque para ello tuvieran que arruinar a más de 305.000 familias. Fue el propio vicepresidente del Santander, Rodrigo Echenique, quien reconoció en el Congreso de los Diputados que llevaban años estudiando la compra del Popular. Por otro lado, en estas páginas se han publicado hechos de la entidad cántabra que podrían calificarse de cualquier manera menos de ética: desahucios —incluidos a ex empleados de Banesto jubilados que debían dejar sus casas para que el Santander pudiera pegar un pelotazo con la recalificación y venta de esos terrenos—, ERE de los Servicios Centrales del Popular sin ninguna piedad con, por ejemplo, mujeres embarazadas o con reducción de jornada —algo que es muy propio del nuevo feminismo ultraliberal que representa la señora Botín, es decir, del feminismo de boquilla—, no subrogación de personas con discapacidad en sociedades participadas por el Santander, etc.

Otro golpe para el equipo de Cendoya ha sido la publicación del informe de retribuciones del sistema financiero español hecho público por el sindicato CCOO, estudio en el que se puede comprobar cómo el Santander es el banco donde el coste retributivo de sus consejeros, ejecutivos y altos directivos es más alto. Casi duplica la cuantía que el BBVA y es diez veces mayor que el de Cajamar, que es el más bajo de las entidades, siendo el número de consejeros es prácticamente el mismo.

El Santander es la mejor demostración de cómo se ha incrementado la desigualdad y la brecha salarial entre las clases directivas y las clases trabajadoras. Según Eurostat, España es el país de la Eurozona más desigual y en el que más está creciendo la desigualdad dentro de los países del mundo desarrollado. La media de salarios máximos en la entidad cántabra es de 713.000 euros anuales mientras que la de los salarios mínimos es de 22.208.

El salario de Ana Patricia Botín es un verdadero escándalo si se tiene en cuenta la situación que está viviendo el pueblo español tras la crisis económica, con una grave precarización del mercado de trabajo y de la masa salarial que, si no se pone remedio, puede convertirse crónica porque hay empresarios que están ganando mucho dinero con ella. La presidenta del Santander gana un total de 10,58 millones de euros. Para ver la magnitud de que la señora Botín cobre ese salario comparémoslo con el salario medio —tanto en España como en el propio Banco Santander— y con el salario más frecuente. En concreto, Ana Patricia Botín cobra un sueldo 404 veces superior al salario medio en España y 641 veces superior al salario más frecuente, según los datos que indica el Instituto Nacional de Estadística. Respecto a su propia organización, el sueldo de la señora Botín es 109 veces superior que el sueldo medio de sus empleados.

Hay algo que no cuadra en que la presidenta del Santander sea la ejecutiva de banca mejor pagada si tenemos en cuenta que su consejero delegado, José Antonio Álvarez, reconoció que llevaban seis años sin tener beneficios en España y que el Santander sólo gana dinero gracias a las cuentas de sus divisiones en el extranjero. ¿Cómo es posible que el Santander sea el banco que tiene la mayor carga salarial de sus consejeros, ejecutivos y directivos de todo el sector cuando no obtienen beneficios? Otro aspecto que sorprende cuando vemos el salario de la señora Botín es que la propia entidad cántabra reconoció en sus cuentas unas pérdidas por cambio de divisas de 8.000 millones de euros y que, para que no impactaran en la cuenta de resultados, fueron incluidas en patrimonio, tal y como escribió Esteban P. Cano en su análisis de las cuentas del Santander del ejercicio 2.017. Ante esta situación del banco, ¿es responsable este salario? Y, refiriéndonos a la situación del país, ¿es ético que la señora Botín gane lo que gana?

Desde que se inició la crisis global en el año 2.008, hemos podido comprobar cómo las diferencias entre las élites y el pueblo se han hecho más grandes. Los ricos son más ricos y los pobres lo son más cada día que pasa. En España, en los primeros años de crisis, en los congresos de empresarios se exponía la situación de recesión económica como una «gran oportunidad». Lo sorprendente era que nadie se sorprendía, sino que asentían como si supieran de antemano que era una verdad inmutable. España no volverá jamás a una época de bonanza hasta que se recuperen los valores salariales y de igualdad que había en el año 2.007 cuando ser mileurista no era el privilegio que es ahora. Por eso en este país, mientras se siga aumentando la brecha de la desigualdad, no se habrá superado la crisis, por más que el ciclo económico y los datos macro sean positivos.

Evidentemente, el Santander tiene toda la libertad de pagarle a la señora Botín lo que quieran. Faltaba más. Son una empresa privada. Sin embargo, la sensibilidad social de la que pretenden presumir con las campañas diseñadas en el departamento de Juan Manuel Cendoya, son insostenibles con la brecha salarial que hemos mostrado anteriormente y, por supuesto, incompatibles con la ética y la dignidad.

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