El hasta ahora ministro de Sanidad en funciones regresa a la política vasca tras ocho años en el Congreso de los Diputados. La designación de Alonso podría suponer un retroceso en su carrera o el primer paso hacia el ascenso a la cúpula de Génova en el próximo congreso nacional, previsto para otoño.

La designación era previsible, pero no por ello está desprovista de implicaciones. Alfonso Alonso, ministro de Sanidad en funciones y diputado por Álava, será el candidato del PP a lehendakari en las elecciones del 25 de septiembre y cambiará la política nacional por la vasca ocho años después de hacer el camino inverso. El movimiento deja un vacío en el Congreso, que llenará Javier Maroto -número dos de la lista popular alavesa en junio-, y otro en el Gobierno que está por ver cómo se gestiona. Mariano Rajoy debe asignar las funciones de Sanidad a otro miembro del Gabinete hasta que España supere el bloqueo político, designe un jefe del Ejecutivo y permita a éste elegir nuevo equipo ministerial. Mientras la interinidad se mantenga, Rajoy no tiene permitido nombrar a nadie más.

Además de esos ajustes, el regreso del exalcalde de Vitoria a su tierra supone la pérdida de un baluarte en Madrid para Soraya Sáenz de Santamaría. Alonso es persona de su máxima confianza y hasta ahora figuraba como su mayor apoyo, junto a Fátima Báñez, en el Gabinete. Podría pensarse que el político vasco sufre así un retroceso en su carrera, al dejar un Ministerio y un puesto en la Cámara baja para bregar en unas elecciones donde su partido parte desde el quinto lugar y lleva 15 años en continuo retroceso. El PP vasco obtuvo el 26-J el 12’85% de los votos de la región, quedando por detrás de Unidos Podemos (29’05%), PNV (24’91%), PSE-PSOE (14’24%) y EH Bildu (13’3%). Solo pudo llevarse dos de los 18 diputados en juego, el de Alonso y el del candidato por Vizcaya, Leopoldo Barreda.

En el Parlamento de Vitoria, los populares defienden diez escaños (de un total de 75) y las encuestas apuntan a que podrían empeorar ese resultado, que en 2012 ya fue el más pobre desde 1990. Pese a ello, la complejidad del tablero vasco podría hacer que el PP fuera decisivo, ya que la Cámara quedará tan fragmentada, según las encuestas, que ni PNV-PSE ni Podemos-Bildu sumarán mayoría absoluta. La reelección de Íñigo Urkullu estaría así en manos de un partido que a nivel nacional necesitará no pocas veces el apoyo de los cinco diputados jeltzales.

Con todo, la consecuencia más importante de esta operación podría ser un ascenso en diferido del leal y cumplidor Alonso. Rajoy tiene en él a un político comprometido y resolutivo, que no ha sido motivo de polémica ni como portavoz parlamentario (2011-2014) ni como ministro, que dio un oportuno viraje a la errática gestión de Ana Mato en Sanidad y que dispone de gran capacidad de influencia en el partido, además de estar amparado por Santamaría. El único borrón a su gestión es el caso San Antonio, que le ha valido el varapalo del Tribunal de Cuentas por la adjudicación de un contrato en Vitoria a precio “muy superior al de mercado”. La condena es administrativa, no penal, y está recurrida, pero ha sido utilizada por la oposición para desgastar al que fuera alcalde de la capital del País Vasco de 1999 a 2007.

Su expediente y perfil, en cualquier caso, le hacen estar en todas las quinielas para suceder a María Dolores de Cospedal en la secretaría general del PP. Después de ocho duros años en el cargo, la figura de Cospedal aparece lo suficientemente amortizada como para que se dé por muy probable que Rajoy busque un revulsivo en el próximo congreso nacional. En esa dirección apuntaba su intento de promocionarla como presidenta del Congreso o que suene para entrar en el próximo Ejecutivo.

Congreso nacional en otoño

El cónclave popular debía haberse celebrado en febrero, pero el bloqueo institucional lo pospuso. El presidente del partido ha declarado que su intención es convocarlo en cuanto se supere la interinidad, y lo mismo deberán hacer después las ramas autonómicas y provinciales de la formación. Todos los congresos deberán organizarse, según el plan de Rajoy, antes del 31 de diciembre.

En el nacional, el primero de todos, se someterá a deliberación el organigrama de Génova. Aunque podría haber algún retoque en las vicesecretarías, lo esperable es que no varíe mucho la composición que Rajoy diseñó tras las elecciones autonómicas y municipales de 2015, cuando ascendió a Pablo Casado, Javier Maroto, Fernando Martínez-Maíllo y Andrea Levy. El cambio de más importancia se produciría en la secretaría general. Alonso, que ya sonó con fuerza para asumir mayores responsabilidades en el Gobierno cuando Rajoy amagó con una reestructuración que no llegó a implementar, tiene muchas opciones de ser el elegido si finalmente hay relevo en el puesto de número dos del PP.

Su principal hándicap tendría que ver paradójicamente con uno de sus mayores puntos fuertes. Su proximidad a la vicepresidenta haría que se impusiera la lectura de que Cospedal y su facción son derrotados definitivamente en la batalla interna que libran con Santamaría y los denominados sorayos. En esa línea se interpretó el descabezamiento de Arantza Quiroga en 2015, antesala de la elección de Alonso como presidente del PP vasco. El poder de estos sería ya prácticamente omnímodo si se hacen con la secretaría general, desde la que se controlan los resortes internos de la formación y se tiene una posición de preeminencia mediática y estratégica.

De ser elegido relevo de Cospedal, Alonso podría compatibilizar el cargo con la baronía vasca del PP

“Eso es algo que no está sobre la mesa”, explican las fuentes de Génova consultadas al respecto. Y aunque lo estuviera, añade una de ellas, el nombre del relevo de Cospedal “es algo que solo sabría Rajoy”. El modus operandi del presidente del Gobierno consiste casi siempre en agotar los tiempos, no abonar el terreno de las especulaciones y no dejarse llevar por pasiones ni presiones. Es posible que haya pactado con Alonso un destierro momentáneo al País Vasco, pero una operación así solo la conocería un puñado muy reducido de personas. Rajoy podría haber encargado a su ministro la tarea de maximizar resultados en septiembre -¿qué candidato sacaría mejor resultado?-, trabajar el deshielo de las relaciones con el PNV y mantenerse a la espera de noticias. Llegado el congreso nacional, sería llamado a responsabilidades mayores, apenas unas semanas después de los comicios autonómicos.

La hipótesis, pura especulación, “tiene sentido” en opinión de un asesor de Génova, que considera además perfectamente compatible la baronía vasca con la secretaría general del PP. No en vano, la propia Cospedal llevaba ya dos años al frente de los populares castellanomanchegos cuando ascendió a la cúpula de Génova, sin que eso supusiera el abandono de la política autonómica. Es más, a los tres años se convirtió en presidenta de la región y siguió compatibilizando una y otra dedicación.

No es un caso aislado. Maíllo dejó la presidencia de la Diputación de Zamora el año pasado, pero mantiene al alcaldía de Casaseca de las Chanas y vive a caballo entre ese municipio y Madrid. Al igual que Maroto, que lidera la oposición en el Ayuntamiento de Vitoria mientras ejerce como uno de los portavoces nacionales del PP, en su calidad de vicesecretario de Sectorial. Alonso podría, pues, trabajar con un pie en el Parlamento vasco y otro en Génova, pilotando la etapa que abrirá el partido en el próximo Congreso y que bien podría ser de transición hacia un nuevo liderazgo, toda vez que Rajoy acumula doce años al frente del timón, 28 en el Congreso y cinco candidaturas consecutivas a la Presidencia del Gobierno.

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