«Pasteleo», «ni de coña», «duraría cero coma», fueron expresiones utilizadas por el líder de Ciudadanos en una reciente entrevista televisiva. Albert Rivera, que “suena bien” a oídos de alguno de los más influyentes cargos del Partido Popular, utiliza un lenguaje cotidiano para reforzar su imagen de “chico normal con traje”.

Una forma de comunicar que hace fortuna entre nuestros representantes públicos, como pudimos comprobar cuando el director de la Agencia Tributaria calificó los datos sobre posible blanqueo de capital con un “son la repera patatera”.

Es obvio que este joven pulcro, de gesto conciliador, así como su némesis de larga cabellera y ceño fruncido, han “contaminado” la vieja retórica política con su discurso de proximidad y un aspecto tan de clase media que uno espera que se desvanezcan en cualquier momento, como ha sucedido con ese estrato social en la España de los últimos años.

No faltan ejemplos de su influenciaPedr Schz y su llamada a Sálvame, el rap de Monago, Alberto Fabra cagándose en la (pitido) en su último video electoral, Rajoy y… bueno, dejémoslo.

El caso es que sorprende porque Rivera, con su rostro de ver y olvidar en un metro en hora punta, no parecía destinado a desempeñar el papel protagonista de ninguna película. Como mucho uno se lo imagina de meritorio, caracterizado como el cajero de banco que cae abatido por la pistola del atracador, sin pronunciar siquiera un último ¡ay! con el que ganar puntos en su carrera hacia el estrellato cinematográfico.

Sin embargo, mejor no hacer muchas bromas con el líder naranja porque se ha revelado como un candidato sólido cuyo techo electoral está aún por descubrir. Como los grandes partidos tradicionales -en especial el PP- continúen observando con gesto vampírico el Sol que, cada mañana, se eleva sobre los tribunales del país y Podemos no recupere el “punch”, su formación seguirá creciendo en intención de voto.

Y eso a pesar de controvertidas propuestas como la legalización de la prostitución y algunas drogas y su apuesta por una reforma del IVA que subiría el precio de productos básicos.

En estos tiempos líquidos de certidumbres que caducan a cada día que pasa, a ver quién se atreve a descartar que pueda ser el próximo inquilino de La Moncloa, aunque fuera mediante una carambola de pactos. Cosas más raras se leen en la prensa cada mañana. 

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