Habrá nuevas elecciones porque no hubo gol de última hora. Compromís lo intentó con un balón a la olla en el tiempo de descuento, a la desesperada, que no encontró rematador. Joan Baldoví, su voluntarioso capitán, centró con más pundonor que calidad -su documento es un improvisado compendio de 30 vagas propuestas-, pero ni con una pelota medida a las cabezas de Pedro Sánchez y Albert Rivera -estos líderes forman desde febrero un mismo ente político bicéfalo- hubiera logrado alterar el marcador. La maniobra sirvió para mantener la emoción hasta el final, con los espectadores atentos a las pantallas, pero nada más. El Rey-árbitro pitó el final al concluir su tercera ronda de consultas sin un candidato a la investidura y los jugadores solo piensan ya en el encuentro de vuelta, a celebrar a partir del 26 de junio. El empate a cero de la ida deja todo abierto.

«No podíamos llegar al último día sin hacer un último esfuerzo. Aquí tiene que ir a rematar hasta el portero para ver si conseguimos meter gol». Las palabras de Baldoví reflejaban la desesperación de su intentona final. Compromís cerró su documento para impulsar un pacto de Gobierno en la medianoche del lunes al martes, diez horas antes de defenderlo ante Felipe VI y sin consultarlo con Podemos, que se enteró a la vez que los demás. Cosa lógica y normal, señaló Pablo Iglesias, porque por la noche “la gente suele dormir”.

El Rey cierra su ronda de audiencias sin proponer un candidato ante la falta de acuerdo de los partidos

En cualquier caso, el texto no suponía gran novedad, aunque sí lograría marcar la agenda durante el resto de la jornada. Lo componían 30 propuestas ambiguas, casi todas ellas incluidas -con mucha mayor concreción- en el acuerdo PSOE-Ciudadanos rechazado por la mayoría del Congreso, incluidos los cuatro diputados de Compromís. La cuestión hace tiempo que no está en las políticas (los socialistas aceptaron al momento 27 de ellas, como en su momento hicieron también con 18 de las 20 de Podemos), sino en el modo de desarrollarlas, en la conformación del Ejecutivo, en la foto final de los firmantes de un acuerdo.

Ni Albert Rivera quiere figurar junto a Podemos, ni Pablo Iglesias junto a Ciudadanos, ni Pedro Sánchez puede ser presidente gracias a los independentistas. Ese es el trasfondo -unido a la negativa del PP a negociar sobre la base del acuerdo de Sánchez y Rivera- del bloqueo político que cuajó hace dos meses y que aboca al inaudito hecho de repetir las elecciones. La iniciativa de Compromís no ayudaba a desatar el nudo gordiano.

Un Gobierno de «independientes»

El PSOE vio la oportunidad de desarmar a Podemos y aceptó el grueso de las medidas, pidiendo a cambio estabilidad para un Gobierno de Sánchez con independientes que se sometería a una cuestión de confianza en dos años. La concreción era novedosa, pero desde hace semanas se sabe que esta es la preferencia de los socialistas. Y que Iglesias lo rechaza de plano. Sin entrar en el Gabinete, no hay acuerdo. Mientras Sánchez siga en “la jaula” con Ciudadanos, será imposible que el partido morado y sus socios apoyen la candidatura socialista. La postura deja al margen lo programático, como denuncia el PSOE, y por eso Iglesias se remitió a las contundentes declaraciones de Mónica Oltra, coportavoz de Compromís, que recibió con enojo la respuesta de Ferraz a su iniciativa.

“¿De qué van?”, dijo Oltra al ver que el PSOE se mantenía firme en su intención de gobernar en solitario. “Es insultante”, añadió, que no acepten ministros de las fuerzas que suman 71 escaños, por los 90 socialistas. Podemos hizo suyas estas palabras para alejar así la interpretación de que se aferran a los “sillones”, pues la indignación hacia Sánchez es compartida en todo el espectro a la izquierda del PSOE.

Pero es que ni aceptando al 100% y sin contrapartidas lo que Compromís denominó el Acuerdo del Prado había posibilidades de sacar adelante una investidura. Rivera descartó al momento formar parte de esa jugada, desdeñando el documento: “Son tres páginas para gobernar cuatro años entre seis partidos. (…) No me parece ni siquiera algo a valorar políticamente el último día de plazo”.

PSOE y Podemos cruzan ataques y avanzan una campaña descarnada por la hegemonía de la izquierda

¿A qué respondía entonces ese movimiento postrero sin posibilidades de prosperar? Al intento de Baldoví por quedar tranquilo con su conciencia -“no podíamos llegar al último día sin hacer un último esfuerzo”- y a lo que Xavier Domènech, líder de la confluencia catalana, denominó con agudeza la “batalla por el relato”. Es decir, a continuar con la escenificación, tratando de visualizar que se hace todo lo posible por evitar las elecciones y que el responsable del bloqueo es otro, susceptible de ser penalizado en la siguiente cita con las urnas.

Un show en el que las Cortes llevan semanas atrapadas, con el añadido de los Plenos y comisiones inanes, cuyas iniciativas decaerán el mismo día 3 en que se disuelvan las Cámaras. Hoy y mañana habrá una última sesión plenaria, donde se debatirá la reforma del Reglamento del Congreso y la derogación de las dos últimas reformas laborales, entre otras cuestiones. Actividad del todo inútil que servirá de epílogo a esta legislatura teatral, la más corta y extravagante de la democracia.

En esta tesitura, Sánchez no puede disimular su enfado, casi ira, hacia Iglesias. “Nunca ha querido pactar con el Partido Socialista”, “vive mejor con Rajoy”, “cree que la democracia es imponer y no acordar”… Su comparecencia tras entrevistarse con el Rey estuvo plagada de ataques al líder de Podemos, a quien acusó de “representar y aparentar” durante cuatro meses. Incluso aseguró que con Íñigo Errejón al frente del partido morado el desenlace hubiera sido distinto.

“La pena”, concluyó Sánchez, es que Errejón “no tiene gran peso” actualmente en Podemos. En estas condiciones, no solo se entiende que no haya habido acuerdo ahora, sino que se hace difícil imaginar que lo pueda haber en julio. Será a mediados de ese mes cuando se constituyan las nuevas Cortes, tras dos meses de campaña y precampaña que se adivinan descarnadas entre los partidos que luchan por la hegemonía de la izquierda.

Muchos mantuvieron la esperanza de que el bloqueo se deshiciera agónicamente en el tramo final, como en Cataluña. Es lo que en fútbol se denomina la zona Cesarini, en recuerdo del jugador italiano que se hizo célebre por resolver partidos cuando estos agonizaban. Baldoví intentó ser el Cesarini del Congreso, pero el equipo no respondió. El colofón de esta historia estaba escrito desde la primera página, como la muerte de Santiago Nasar, y no cabían finales alternativos. En verano, coincidiendo con el ecuador de la Eurocopa, se jugará el partido de vuelta.

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